Resumen

La figura del padre promovida por el patriarcado se ha vuelto insoportable para el sujeto de nuestro tiempo. Lo constatamos en las quejas de aquellos que nos hablan en la sesión analítica de su rebelión o de su sumisión a lo que esta figura ha llegado a encarnar, con todo el séquito de síntomas que se alimentan tanto de esa rebelión como de esa sumisión. Siguiendo lo que Jacques Lacan elaboró sobre la función simbólica del padre en la estructura subjetiva, llegamos a entender que el padre se reduce a un operador lógico más allá de las figuras imaginarias con la que se reviste o de la persona real que sostiene o no esa función. Es sobre este operador lógico que Lacan construirá su clásica distinción entre las estructuras clínicas, una distinción fundada en una diferencia binaria, para pluralizar después las funciones de este operador lógico. Cuanto más avanzamos en esta dirección, más flexibles y móviles se muestran las fronteras que antes ordenaban el campo simbólico del sujeto, más lo real, diferencia absoluta, toma el primer plano. Veremos qué consecuencias podemos sacar de este pasaje en la clínica actual.

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